De nuestra inconformidad por no quedarnos atrás es que hacemos lo que hacemos. Desde ese mismo lugar, es que invito a las personas a pararse, reconocerse, o buscar su propósito. Su PARA QUÉ.
En ese viaje, muchas cosas pueden suceder.
Todos tenemos metas, sueños, objetivos. Al menos uno, reconocemos, y muchos de nosotros vamos tras ellos. Todos tenemos, también, un propósito. Muchos de nosotros, es cierto, lo desconocemos.
No hace mucho que hago lo que hago y elijo ser quien estoy siendo, parada en mi para qué.
Me explico: cambiar tu carro, ir de vacaciones, postular a un posgrado, todas ellas son metas, o sueños. Si ellas son parte de algo más grande, algo que tiene sentido, porque te apasiona, o te hace vibrar, ellas conformarán tu propósito. Caso contrario, serán momentos o cosas efímeras que tal vez lograrás, y tal vez también las obtengas y enseguida busques otra cosa…
Vivir desde tu propósito es elegir vivir desde el entusiasmo. No es magia. Es actitud, esa actitud que deviene de sentirte parte de algo más grande. De algo que impacta en ti, y en otro.
Y claro que tiene desafíos. Incluso, también obligaciones. Y claro que puede traer hasta dolor.
La gran diferencia, es que el motor deviene de la elección consciente de que lo que hacemos alimenta nuestra misión.
Aprender y conocer tu propósito es pararte siempre desde la posibilidad, la creatividad y el entusiasmo. Es más tiempo para ti y tu destino, es creatividad frente a tus excusas, tu falta de recursos o tu pesimismo.
Porque deja atrás las cargas, porque el destinatario ya no eres sólo tú, sino todas y cada una de las personas para quien día a día haces lo que haces. Y eso, amiga, es digno de ser vivido.